domingo, 17 de febrero de 2013

COMPAÑEROS


Clara camina firme, segura. El viento agita su pelo largo y sedoso que brilla bajo el sol. Sabe donde va. Va a su encuentro.
Los olores son intensos esta mañana de primavera. Huele a tomillo, a  mejorana, a madreselva... Todos conocidos. El camino serpenteante la lleva a través de un bosque de eucaliptus, aquí, el olor de éstos árboles camufla el de todo lo demás.
Ya queda menos, ya casi se divisa la casa. Se encuentra a la entrada del pueblo, es una más entre las pocas que lo componen. Para Clara es la mejor, es su hogar, allí está segura y cómoda, tiene todo el amor del mundo, allí está él, esperándola...ella sabe que la necesita y la quiere. Apura el paso, al momento echa a correr pues la puede la impaciencia. Sube deprisa los escalones del porche y empuja la puerta.
- ¡Clara, que pronto has llegado! ¡Cuánto te quiero, eres la mejor!
Su voz sonó como música en sus oidos, él siempre tenía una palabra amable para ella y lo demás no importaba. Ni la carrera, ni los ocho kilómetros que recorrió entre la ida y la vuelta a la farmacia del pueblo mas cercano. Él recogió la bolsa con las medicinas y la acarició con ternura, seguidamente, se sentó en su sillón favorito cerca de la ventana abierta, abierta al sol, a la mañana, a los intensos olores del campo, al bosque cercano y a las montañas lejanas, al aire salobre del mar que se adivina a lo lejos. Todo esto...casi nada. Es lo que siente, lo escucha, es el mensaje de la vida que le rodea y es feliz. Y ella también.
Clara se le acerca y lentamente dando un fuerte suspiro se acuesta a sus pies. Así juntos no les hace falta nada mas, ni tan siquiera el fino bastón blanco olvidado junto a la puerta.