IARA
Llegaste al mundo. Nadie te esperaba. Algo te incomodaba en el vientre de tu madre. llamaste con fuerza, una fuerza inusitada en tu minúsculo cuerpecito. Querías salir, asomarte cuanto antes a las vida. Fué muy rápido para mi, todo sucedió en pocas horas, pero, ¿ Y para tí ? No quiero pensar en lo que has sufrido, en lo que has peleado, y por fin, una vez te sacaron de tu encierro, pude ver tu carita pequeñísima y amoratada y toda tú con tubos y vías por todas partes.
Casi no me dejaron verte, te perdiste en un segundo dentro de aquella incubadora, por los pasillos del hospital rodeada por apresurados médicos. Lloré. Había soñado recibirte con lágrimas, pero lágrimas de alegría, éstas eran de angustia y sobre todo de miedo, Miedo a perderte al poco de tenerte, por haberte anhelado y por haber soñado que jugaba contigo en los campos de mi imaginación. Te quise desde que tuve noticias de tí, no hubo día que no ocuparas un espacio en mis pensamientos, ganaste mi corazón y pasaste a presidir las prioridades de mi vida. Mi niña, mi princesa, eres luchadora y valiente, tienes fuerza, y por eso, poco a poco, irás rodeando los escollos que tan tempranamente se interponen en tu camino. Cojo tu manita y siento tu fuerza, creo que no te vas a conformar, no vas a dejar paso a las dudas, vas a ser noble y buena, pero no pusilánime ni débil y serás siempre dueña de tu destino. Yo ya formo parte de tí, hoy, y para siempre, soy tu prisionera cuando sonríes, soy tu vigía cuando duermes, soy...tu abuela.